Rasgos de la Literatura Pinareña
DECIMA E
IDENTIDAD EN PINAR DEL RIO
Lorenzo
V. Suárez Crespo
Pinar del
Río, Cuba, 2014.
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Cuando Martí expone: El arte, como la sal a los
alimentos, preserva las naciones, hace meditar en la décima, espinela
o también llamada malara (1) por el sello estructural que le
diera su precursor el humanista y literato sevillano Juan de Mal
Lara a mediados del siglo XVI, 20 años antes de Vicente Espinel,
utilizando la misma estructura y que ha devenido como la estrofa más reveladora
de nuestra identidad.
Esta composición es un
manantial intermitente que si bien no ha dejado de fluir en Hispanoamérica, en
Cuba ha roto sus diques de contención, vertida en el pueblo con increíble
autenticidad e inusitada renovación semántica y formal desde la impronta de sus
epónimos cultores en el siglo XIX con Fornaris y el Cucalambé.
Viajera peninsular enjoyada por Naborí,
quien la aquilata como fenómeno
exclusivo de nuestra lengua, no ha sido privativa de una u otra región en
Cuba; de ahí que Pinar del Río no constituya una excepción y pueda
mostrar con orgullo un vasto patrimonio en tal sentido. Es que forma
parte de la oralidad, acto espontáneo de creación caracterizado por el
repentismo en su versión oral, así como una expresión lírica en su concepción
meditada y culta. Son muchos los puntos de contacto que tiene con nuestro
modo de hablar (períodos breves, acentuación llana, giros octosilábicos). Ha
sido, pues, vehículo sonoro de raíces y tradiciones, de lirismo y crónica
social; pero más que todo estrofa épica portadora de nuestra idiosincrasia.
En la zona pinareña proliferaba la
expresión poética en sus variantes de cuartetas y redondillas como soporte
rítmico de las canturías de punto y baile con sus recurrentes temáticas:
amatorias, satíricas, humorísticas y de carácter social, preferentemente en la
crónica. Gracias a sus características, desarrollo y difusión en occidente y el
estrecho vínculo natural con la música, uno de los causantes del complejo
genérico del punto, es de nuestra región: el punto libre.
La génesis de la malara en la zona más
occidental se remonta a la tercera década del siglo XVIII cuando los canarios
cosecheros y productores de tabaco uno años antes fueron perseguidos,
masacrados y obligados a emigrar durante el proceso de la rebelión de los vegueros
ocurrida en zonas aledañas a La
Habana.
Estos
asentamientos canarios en Vuelta Abajo, como el natural fenómeno de la
oralidad, trajeron sus formas existenciales y con ella cultura y costumbres. En
ellos vino la malara como expresión poética y aquí la sembraron junto a las
plantas de tabaco.
Esta
composición poética constituye desde entonces nuestra estrofa más popular y
sello identitario de cubanía, desde las fiestas religiosas en las iglesias
hasta los guateques, canturías y jubileos familiares.
A mediados del siglo XIX la
malara alcanzaría plenitud en la preferencia popular con los juglares de
la improvisación como es el caso de Celestino García, apodado El Rey de los
Versadores, natural de San Cristóbal, 1832. Pero en este fenómeno de la
improvisación no puede obviarse el papel de la mujer, pues tenemos en Francisca
González Ruz de Montoro, sajuanera nacida en 1836, la primera y más importante
repentista, destacada en estos propios escenarios, así como en la ciudad
pinareña y en La Habana.
Gustaba Francisca también de las
glosas.
Refiere el investigador Samuel Feijóo
en La décima culta en Cuba en relación con ella que a respuestas
de una solicitud, improvisó como parte de la glosa, esta malara:
Anda, dile al dueño mío
Que venga a darme la muerte
Ya que me hiciera la suerte
Esclava de su albedrío.
Dile que en mi desvarío
Le estoy a gritos llamando.
Dile que me está matando
Con su cruda indeferencia,
Que tenga de mí clemencia,
Corre, Cupido llorando.
Podían, inclusive ser apreciadas estas
composiciones de carácter repentista hasta en festejos populares, los cuales
describió con gran maestría la escritora pinareña Felipa Estrada del
Collado en un delicioso libro publicado en las primeras décadas del siglo XX
titulado Fiesta de los Bandos.
Nos refiere, por
testimonios de su madre y amigas cómo fueron las fiestas en el año
1864, casualmente en el escenario el Teatro Lope de Vega (actualmente
Milanés) y comprendemos, por los siguientes versos, por qué a la
Avellaneda, le habían parecido un tanto belicosas algunas estrofas como esta de
la cual no se refiere el nombre:
Tiene
mi Cuba querida
muchas
cosas halagüeñas,
tiene
divinas trigueñas
que
al mirar nos dan la vida.
Es
rica y apetecida
por
su bello porvenir;
y no
se puede decir,
pero
le falta una cosa
y
esta es una cosa hermosa
que
no se puede decir.
Sin
duda alguna, se trataba de la Libertad, lo cual era subrayado en los adornos de
las mujeres del bando azul, con los colores de la bandera.
Las peleas de gallos, las fiestas
populares al aire libre o en los salones, hacían florecer la malara
en su más auténtica veta criolla, el repentismo con acompañamiento musical:
primero con bandurria y después con guitarra, laúd y tres.
El sentido de pertenencia y su
expresión de identidad en la malara propicia que los habitantes de Guane
realicen el jubileo de la llegada de los libertadores con el zapateo y la
malara al toque rítmico de la bandurria.
El propio Titán de Bronce recita una
décima aprendida de su madre cuando era muy pequeño y que se desconoce el autor
por tener varias versiones:
Nace el pez para nadar,
La yerba para el ganado,
Para la guerra el soldado
Y el ave para volar.
Nacido el rey para reinar,
La lira para que vibre,
Para el fuego el ajengibre,
La liebre para correr,
Para el hombre la mujer
Y el hombre para ser libre.
Otro suceso memorable fue,
posteriormente, el asalto de las tropas comandadas por Antonio Maceo, la noche
del 29 de Marzo de 1896 al poblado de La Palma. Existen numerosas décimas que
se refieren a este suceso, y entre ellas, las más arraigadas en la memoria
colectiva, son atribuidas a una mujer: Doña Carmen Rivera, en torno a la cual
se ha tejido toda una leyenda. Recordemos que Miró Argenter, en sus Crónicas de la Guerra, afirma que en La Palma, hasta las
mujeres dispararon contra los asaltantes, y refiere cómo una mujer, “que se
encontraba defendiendo una de las bodegas del pueblo, enfrentó a pecho
descubierto a uno de los mambises, ultimándolo a tiros de revólver”.[1]
Esta anécdota define en todo su
carácter las influencias en la tradición oral.
Así refiere en sus versos doña Carmen:
Cuando Maceo Bajó
y divisó las trincheras,
se botó a la parte afuera
y él al pueblo no llegó.
Más al corneta mandó
que tocara una marchita,
que la tocara clarita,
que la oyera Socarrás,
y se fue y no quiso más
agua de la jicarita.
Interesante resulta saber que
este tipo de composición poética tan arraigada en la vida cotidiana como
fenómeno de la oralidad también tuvo sus espacios protagónicos en los
periódicos de cada época como El
Heraldo Pinareño (sección La Actualidad), que
se publicó entre los años 1953 y 1954, y el Vocero
Occidental, así como en revistas tan importantes como El Fígaro y la del Comité Todo por Pinar del Río.
Son ejemplos de crónica social, porque no solo eran vehículo de
propaganda para comerciantes y profesionales en materia de negocios, sino
una composición rica y sonora, llena de pulso lírico y gracejo popular.
Hacendados y personas de la burguesía local devenidos comerciantes apelaban a
su influencia directa como punto de contacto público. Uno de los principales
decimistas que escribía para estos órganos de prensa era Manuel Álvarez
Sandino.
Este cultor, no sólo se valía de la
prensa escrita, sino que apoyándose en las contribuciones de los comerciantes
del patio, se hacía imprimir folletos en los que se publicaban anuncios y
comerciales de hoteles, restaurantes, tiendas de ropa, peleterías, garajes,
etc.
La décima era acompañada por otras
estrofas. Cuartetas y redondillas solían aparecer en estas publicaciones.
Resulta interesante conocer que cuando
apenas era una niña y acompañada por la guitarra de su padre, Celina González,
la actual Reina del Punto Cubano, cantaba décimas en los portales de los
comercios pinareños para recaudar los centavos necesarios de la subsistencia.
Estos poetas, llamados peseteros, por
lo regular asumían su condición de bohemios y marginados con una dignidad
rayana en la osadía:
Así puede verse, a modo de ejemplo, en
la publicación del Heraldo
Pinareño, correspondiente al día 14 de enero de 1954 esta
malara irregular:
Por mis propios ojos vi
en las mismas Navidades,
llorar un viejo mambí
porque miraba ante sí
miles de calamidades.
Contemplé muchos niñitos
después de los reyes magos,
con dolor de pobrecitos,
sin tener los jugueticos
que les sirvieran de halago.
De esta forma asumió un
papel promotor de la cultura popular en la radio con una increíble audición.
Sorprende el hecho de que algunos talleres tipográficos de la ciudad dedicaran
amplios espacios a las malaras contentivas de la llamada crónica
roja. Las calles, los parques, vallas de gallo, cafetines,
bodegas, comercios, plazas del mercado, eran frecuentados por esta suerte de
trovadores que a veces acompañados de algún instrumento musical, hacían
improvisaciones y vendían sus obras en cuartillas por unos pocos centavos con
el acontecer del día.
Los temas promocionales tenían un color
local. Así nos refiere el historiador empírico Tata Negrín de una obra cantada
por un poeta y que se conserva gracias al fenómeno de la oralidad en la memoria
viva:
Disfrutarás otra vez
de una comedia o un drama,
espectáculos de fama
que te brinda el Milanés.
El teatro ha sido y es
fantasía y realidad.
Siempre en él la novedad
la curiosidad despierta
y es una página abierta
del libro de la ciudad.
Otras veces había cierta
nostalgia, pero predominaba el sentido de pertenencia en el referente del
patrimonio local como lo refiere esta décima del Macagüero:
Sin agua, ¿qué malecón?
Quizás algunos dirán,
pero en mi memoria están
paseos y diversión.
Defiendo sin condición
bancos, farolas y el río,
el del cacique bravío
que es tan mío como tuyo
y hace expresar con orgullo:
Yo soy de Pinar del Río.
Estas reflexiones dan luz sobre la
malara y su protagonismo paradigmático en materia de identidad y sentido
de pertenencia, sustentados sobre una base de epicidad, lirismo y raigambre
social, trasmisores de la memoria histórica local.
Amantes de la historia con el don de la
memoria viva que le corre por las venas y que aún son testigos vitales,
como es el caso del ya mencionado cronista local Tata Negrín, no solo han
sido factores recurrentes de las descripciones topográficas de la ciudad, sino
de sus personajes, hechos y costumbres.
De esas voces que van trasmitiendo las
huellas de la oralidad tenemos esta décima en la que el poeta Manolo Álvarez
Sandino asume, con mezcla de nostalgia y de crítica, el deterioro de la
ciudad a través de uno de sus hoteles más antiguos, así como la desaparición de
un espectáculo eminentemente tradicional como los conciertos dominicales de la
retreta.
La ciudad perdió su escudo
y en prestancia casi un tercio,
se agrieta el Hotel Comercio
y el reloj del Globo, mudo.
En los domingos acudo
como antes a la Glorieta
y en calidad de poeta
me ofrezco de trovador,
pero extraño con dolor
a la orquesta y su retreta.
Esas huellas, lejos de disiparse han
cobrado vida y aliento en las típicas canturías, jornadas cucalambeanas,
concursos de la décima, peñas campesinas, espacios en la radio y la televisión
y otras manifestaciones en este sentido. Se reafirma a pesar de la “validación
de nuevos códigos”, la llamada “pérdida de valores”, la “muerte de los
paradigmas”, significando que lo realmente auténtico, lo arraigado es imposible
de desterrar.
Hay festividades con carácter local y
provincial donde las figuras de los poetas prestigian cada evento como son
Celestino García en San Cristóbal, Benito el Viñalero en Viñales, Juan Cecilio
Cruz en Bahía Honda, Ramón Cordero en Consolación del Sur.
La malara improvisada como
fenómeno de la oralidad todavía late en la periferia de la ciudad en sus más
diversas manifestaciones, predominantemente en asentamientos comunitarios,
aunque la radio y la televisión provinciales mantienen espacios de permanente
popularidad.
A principios de 2008 como expresión de
una necesidad socio cultural y continuidad del Proyecto Laúd y Guayabera, se
crea la Casa de la Décima Celestino García en el Reparto Celso Maragoto, una de
las zonas periféricas más auténtica en la presencia de poetas improvisadores y
donde vive uno de sus pilares, Basilio Echevarría, apodado El Negro.
Un poeta improvisador, Juan Montano
Caro, cede el patio de su casa y con el apoyo de la comunidad se crea el
ranchón que todos los sábados da cobija a los improvisadores y solistas del
folclor campesino con el acompañamiento de Fulgor Campesino.
La institución cuenta con escenario,
salón con posibilidades expositorias y una biblioteca en la que se atesoran no
solo las producciones nacionales y locales de la malara, sino las publicaciones
variadas que vienen como donación de varios países de Hispanoamérica.
Intelectuales y artistas como el propio
Montano, Lorenzo Suárez Crespo por la UNEAC en su calidad de poeta
promotor cultural, así como José Lorenzo Delgado (fallecido), han venido
haciendo realidad este proyecto que goza de una permanente predilección popular
y que ya ha tenido sus reconocimientos y premios.
Otro espacio importante es La Tarde de la Décima,
actividad patrocinada por la Biblioteca Provincial Ramón González Coro y donde
el público de la ciudad: niños, jóvenes y adultos, puede disfrutar de
este folclor con el Grupo Fulgor Campesino y una representación de poetas del
patio, entre ellos Adriel Ceballos Delgado, Eloy Sánchez Padilla, Yasel García,
el propio Juan Montano y otros.
La Casa de Cultura Pedro Junco, además
de incentivar el desarrollo del Proyecto Cultural Casa de la Décima Celestino
García, portador de la malara, propicia también todos los domingos los
encuentros de Poetas Repentistas en la Peña Campesina de esta
institución.
Tanto la televisión pinareña como la
radio tienen sus espacios sistemáticos dedicados al folclor campesino en su
expresión decimística con los poetas de la improvisación y un grupo musical que
ha sido insignia, Cuyaguateje.
Muchos son los poetas del verso
improvisado que han pasado por esta ciudad, pero sin dudas el de más arraigo
popular fue Manolo Álvarez Sandino, quien mezcló en su prisma poético de
repentina inspiración los más variados temas y que, humorista al fin, anticipó
en una controversia, en plena ciudad, lo que bien podría ser su epitafio:
Cuando el entierro cruzó
no faltará un transeúnte
que curioso no pregunte:
¿quién es ese que murió?
Y alguno que se enteró
por el clamor pueblerino
le responde: Ese es Sandino
y agrega en forma indiscreta,
un pobre viejo poeta
del género campesino.
Las editoriales Hermanos Loynaz y
Cauce, de esta provincia, han publicado varios libros de poetas amantes
de la malara tanto en su forma escrituraria como improvisada, pero su más
amplia divulgación en compilaciones lo es la Antología de la Décima
Cósmica de Pinar del Río, de Lorenzo Suárez Crespo y que fuera editada por el
Frente de Afirmación Hispanista de México en 2004.
Es sumamente importante destacar que
algunos libros personales de mujeres pinareñas han sido editados en estas
Editoriales como son los casos de Cantares
de Novo-Hem, de Gleyvis Coro; Intento
de autorretrato, de Idel Rosa Velásquez, Con
mi guitarra de invierno, de Lourdes Gutiérrez, así como Canto de Amor a
Pinar del Río, de Nieves Rodríguez.
Nieves recrea un pasado de nostalgia en
un recorrido por todos los rincones pinareños. Cuando se detiene en su pueblo
natal, San Juan y Martínez, el verso eleva el sentido de identidad y
pertenencia de la poetisa:
San Juan, esta hija herida
vuelve a ti buscando cura,
jura por tus aguas, jura
que otra vez le darás vida
a mi voz estremecida.
Cúrame, sangrando están
las llagas del huracán
que me desguazó las alas
y cuídame de otras malas
tormentas de amor, San Juan.
Las voces más jóvenes auguran un futuro
prometedor a la décima malara en esta provincia y podemos apreciarlo en
escritoras de la nueva hornada que han recibido distinciones y premios
literarios importantes , actualmente estudiantes universitarias en carreras de
letras.
De
Mariene Lufriu Rodríguez, 1987, esta interesante propuesta lírica:
Hija de la luna
llena
anduve callada,
sola
como la plácida
ola
que no ha
tocado la arena.
Anduve dócil,
serena,
emperatriz de la
nada
y volvió la
madrugada
desvirtuando
mis excesos
para apagarme
los besos
que ayer saqué de la almohada
San Juan y Martínez precisamente ha sido testigo también de voces muy jóvenes desarrolladas en los talleres
literarios como es el caso de Yanet Medina Navarro, 1990
Quijote, sobre tu piel
por cuatro siglos marcada,
otra aventura añorada
aún golpea en el corcel.
Tu Rocinante es aquel
que arremete en las porfías,
te sigue a las lejanías,
contigo deshace entuertos,
gigantes, molinos, ciertos
espejismos y utopías.
En sus elementos genéricos la malara ha
dejado indelebles huellas y se han propiciado desde las más jóvenes
generaciones no solo en los talleres literarios, sino en los talleres de
repentismo infantil que tantos frutos ha cosechado en las aulas del poeta Juan
Montano en la Casa de la Décima Celestino García con nombres de pequeños
gigantes como Manuel Miló y Julio Pablo Travieso, llamado El Principito.
Así, en constante latido popular y
viajando de las raíces a la actualidad, pasado y presente, viva en el
patrimonio identitario, la malara sigue siendo la estrofa mágica, viajera
peninsular, joya lírica y de crónica social que a cada palpitar parece
doblar en sus campanadas por el ilustre precursor sevillano Juan de Mal Lara
en lejana época de mediados del siglo XVI.
Pinar del Río, además de toda esta
cantera de poetas, tiene a dos improvisadores de los mejores de nuestro país:
Leandro Camargo Pérez y Onieisis Gil Cruz.
Las tierras de Vuelta Abajo cuentan
también con un grupo familiar que hemos bautizado como Familia pinareña de tradición
decimística, pues desde sus ancestros hasta la actualidad son portadores de
esta impronta poética. Su símbolo representativo actual como guía espiritual lo
es el poeta e instrumentista Juanito Rodríguez Cabrera.
Es que como dijera Vicente Aleixandre
en su referencia a los poetas: “Una corriente prodigiosa se condensa, se agolpa
bajo sus plantas para correr por su cuerpo y alzarse por su lengua”. Palabras
estas que adquieren mayor fuerza cuando recordamos al poeta Miguel Hernández,
quien en su libro Viento de
pueblo expresó: “Los poetas
somos viento de pueblo. Nacemos para pasar soplados a través de sus poros y
conducir sus ojos y sus sentimientos hacia las cumbres más hermosas”
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NOTA:
(1) malara.
-Así también se le puede llamar a la décima, pues 20 años antes que Vicente Espinel la promoviera, el poeta sevillano Juan de Mal Lara escribió una obra titulada Mística pasionaria con idéntica estructura que aún se conserva.
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